¿Las emociones derivadas del fútbol son un acto de irracionalidad para las personas aficionadas?
¿Son las emociones derivadas del fútbol un acto de irracionalidad? Algunos “ex-aficionados” así lo afirman. Las alegrías y frustraciones que provenían de los resultados del propio juego les hicieron plantearse que, a fin de cuentas, su vida no había cambiado nada. Ganar o perder no afectaba a sus proyectos vitales, ni a sus relaciones familiares, ni a sus amistades, ni a su empleo. Así pues, el fútbol se transformó en una serie de pensamientos y acciones que no transformaban nada, que no generaban ningún impacto relevante. Y yo respeto muchísimo estas decisiones, porque no es sano que una experiencia lúdica pueda afectar negativamente a tu vida personal. Es bueno cortar con aquellas situaciones que generan excesiva ansiedad o malestar. Como tú también pensarás, no son los primeros en reflexionar sobre esta gran verdad: el fútbol es “solo fútbol”, y ahí se debería quedar.
«Se trata de plantear de forma muy seria la importancia de los procesos socializadores en nuestras respectivas comunidades».
En algún momento de nuestra vida, todas las personas aficionadas hacemos un autoanálisis sobre dónde está la línea roja que no queremos traspasar en el fútbol. Una herramienta de autoprotección para que no nos afecte en el plano personal. Más allá de la autorregulación de cada uno, pienso que estas reflexiones surgen cuando olvidamos que el fútbol es, para muchos de nosotros, el canalizador de nuestra identidad como miembros de un colectivo social. No se trata de defender al fútbol porque a mí me guste, sino de plantear de forma muy seria la importancia de los procesos socializadores en nuestras respectivas comunidades. Sentirse parte de algo es tan natural y racional como cualquier otra vía de identificación grupal. Con las teorías de las ciencias sociales en la mano, como la Sociología o Antropología, podemos afirmar que sentirse miembro de una comunidad futbolística es algo tan humano y antiguo como la propia civilización.

Mención aparte merece la forma en la que cada persona gestiona esa participación en su comunidad. Porque un club de fútbol, al igual que una asociación, vecindad o municipio, conforma un colectivo de personas que comparten una serie de intereses y símbolos, pero cada individuo se comportará según sus circunstancias personales. Puedes vivir con angustia tu membresía en una ONG y, sin embargo, tu vida no debería verse afectada a nivel familiar o laboral. De igual manera, una persona muy cinéfila experimentará intensas emociones viendo películas, y sus relaciones personales seguirán siendo iguales antes y después de pisar una sala de cine. Nadie se plantea que sentir alegría o tristeza por presenciar una obra de teatro o un concierto es un acto irracional por el hecho de que tu vida no cambie cuando vuelvas a casa.
«Nadie debería sentirse contrariado por formar parte de una comunidad futbolística».
El discurso generalizado que banaliza al fenómeno social del fútbol hace que muchas personas aficionadas se cuestionen su propia pertenencia a sus comunidades futbolísticas. Una participación que debería ser considerada como positiva, como un gran acto socializador, se transforma en actitud irracional a causa de su constante trivialización y vinculación a problemas sociales como la violencia, el capitalismo, el machismo o la incultura. En “Para ti, que odias el fútbol”, reflexionamos en profundidad sobre este tema.
El fútbol, más allá de ser un acto irracional, es el hecho social total de nuestra época. Negar su relevancia social no responde a criterios científicos. Nadie debería sentirse contrariado por formar parte de una comunidad futbolística.
¿Y tú? ¿Piensas que tu pertenencia, seguimiento o las emociones vividas dentro de una comunidad futbolística suponen un acto de irracionalidad?